viernes, 12 de octubre de 2012

El saco que olvidé

“Riiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiing”, sonó la alarma como hace año y tres meses, a las 07:06 a.m.
Hice mi rutina de siempre, di vueltas en la cama hasta que dieran las 07:12 y luego me metí a la ducha caliente. Terminé, prendí la tele y mientras escuchaba, aún dormido, las noticias, abrí mi closet para decidir qué me ponía. No había nada. Todos mis pantalones estaban lavándose y sólo habían jeans de fin de semana y algún otro atuendo que refleja mi personalidad pero que no es digna de mi centro de labores. Lo único que había disponible era mi terno marrón que sólo uso para ocasiones especiales. ¡Vaya que fue especial el día!
Era martes y la tarde había llegado. Almorcé la comida que el día anterior cocinaron en casa y bebí un jugo de naranja de botella. Las horas transcurrieron lentas, con poco que hacer; visitando páginas en internet, escuchando música e imaginando lo que sería el partido de hoy con Bolivia. Estaba algo decaído e incómodo por el saco que decidí ponerme.
Terminó el día y no quería ir a mi casa, quise hacer algo diferente y decidí ir a cortarme el pelo donde Tito, el peluquero que me corta desde hace 3 años. 
-          ¿Por qué no te cortas como Guerrero?
-          Jaja, ¡no seas malo!
-          No pues, no tan radical pero te corto a ese estilo, si te gusta otro día te corto como es.
Una asistente interrumpió y me pidió el saco para colgarlo. Ya, dale; le dije a Tito.
Terminó y la verdad es que su corte me gustó. Pagué, subí al auto y me fui rumbo a mi casa.
-          ¡Mi saco!, dije.
Había olvidado mi saco en la peluquería, estaba a dos cuadras de mi casa pero sabía que si no lo recogía en ese momento, recién lo haría el próximo mes, si es que aún seguía ahí; así que volví. Renegué un poco por mi descuido, por el tráfico de las 7 de la noche que me iba a encontrar y por el cansancio del día. Felizmente y para sorpresa mía, no hubo tráfico, la calle Choquehuanca estaba libre, a una cuadra de llegar  y mientras escuchaba Mar de Copas en un CD que compré en Polvos Azules, vi al lado derecho una tienda de camisetas de fútbol, que en la vitrina tenían la camiseta Adidas de Perú, manga larga, del mundial Argentina 1978. No lo podía creer.
Estacioné donde pude, recogí mi saco y me fui a sapear la camiseta que había visto. La tienda ya estaba por cerrar así que toqué el timbre, me abrieron y me dirigí raudamente a la vitrina. Qué linda es, pensé. No tenía ninguna etiqueta por lo que asumí que estaba únicamente en exhibición. La admiré por algunos minutos y decidí retirarme.
-          Gracias, hasta luego.
-          De nada, te abro.
-          … dime, esa camiseta, ¿la vendes?
-          ¿Cuál?
-          La de Perú.
-          Sí, claro. Está *** soles.
-          (silencio)…¡¿ LA ADIDAS DE MANGA LARGA?!
-          Sí, claro. Anda y pruébatela.
Caminé hacia la camiseta como volando, sentía que mis rodillas temblaban, la sacamos del maniquí y me fui a probarla. Me quedaba excelente. Simplemente no lo podía creer.
-          ¿Te quedó?
-          Sí, me la llevo.
El vendedor se quedó en silencio, caminó hacía la caja para decirle a su compañero que la iba a comprar.
-          ¿Qué hacemos con el otro pata? ¿Y ahora qué le decimos?
-          Nada, caballero, dijo que iba a venir pero nunca vino. Este pata se ganó.
Salí de los vestidores, pagué y la camiseta fue mía. Era para no creerlo, increíble.
Desde hoy en adelante, si me olvido algo, iré feliz a recogerlo; uno nunca sabe, por ahí que me encuentro la camiseta Penalty de Perú en el mundial de España ’82.  

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